Corren los años ochenta. Digamos que mi vida en un pequeño pueblo de la comunidad valenciana transcurre de manera más o menos normal y cotidiana; amigos, escuela, casa, jugar, reír, pelear, llorar, lo típico del aprendizaje en la niñez.
A los 14 años, y tras obtener mis primeros títulos de inglés marcho a Londres de la mano de mi hermana mayor a pasar un verano y se me abre un mundo nuevo por explorar, quedo prendada de la ciudad y su actividad cultural. Supe que volvería, y así fue.
Con la adolescencia y los cambios despiertan mis inquietudes por viajar más y conocer más nuestro mundo, que aún laten aunque con menor urgencia. Este planeta es demasiado bonito como para quedarse en un mismo lugar sin contemplar su inmensidad, aunque sea brevemente. Viajo a Rusia y me impacta su forma de vida, que transforma y relativiza la mía para siempre. Aun se estaba demoliendo el telón de acero y entre las personas de allí entendí que quien menos tiene es quien más da, y que quien más sabe menos habla y más actúa.
Resido en Londres durante doce intensos años, y voy madurando al tiempo que la capital se me queda pequeña. Corrí maratones en mis horas libres de estudio y trabajo, colaboré en organizaciones sociales, me gradué y vinieron a visitarme familiares y amigos. Atendí el cuidado de personas con diversidades funcionales mientras complementaba mi formación académica; mi primer máster fue en Antropología Visual por Goldsmiths College, allí atesoré conocimientos y disfruté siendo urbanita. Me llevé infinitos regalos, compañeros de itinerarios con quien mapeando diversas trayectorias me hicieron mejor persona. En mis ratos libres seguí aprendiendo, creí oportuno embarcarme en otros estudios sobre Literatura, Representación y Modernidad, viviéndolos.
Hacia finales del milenio ahorro dinero y emprendo un viaje a India…una cierta llamada a aprender de su cultura, que marca un antes y un después.
Podría escribir doce tomos sobre mi estancia allí, como cooperante en una ONG de una zona rural del sur de India, cambia el rumbo de mi vida…al regresar a Occidente no me resulta fácil ubicarme pero en Londres sigo estudiando, trabajando y aprendiendo unos años más.
Coincidencias mágicas y algo trágicas a la vez me llevan de Londres a Nepal en un viaje que se alargó casi diez años; me empapé de las culturas Indo-nepalesas y su gracia, esa sonrisa interior me fascinó. Me adentré en el mundo de la filosofía oriental y sus prácticas. La India, Nepal y México son mis tres hogares, me muevo con facilidad y me siento en casa en los tres. Son mis colegas. México me da de comer. Asia me sacia. Es una época especialmente entrañable e irrepetible, una década llena a rebosar de magia y gozo que atesoro.
De vuelta a España por circunstancias personales y familiares comienzo un lento aterrizaje hacia el re encuentro con mis raíces que pasa por reciclar mis estudios universitarios licenciándome en Antropología y que posteriormente completo con un Máster en Nuevas tendencias en la antropología , escenarios de riesgo y alternativas al post-desarrollo, en la UMH (Elx), donde tuve la suerte de compartir tres años con mi tía Marilola Peiró (profesora ya jubilada, escritora en activo a sus 90 años, librepensadora, excepcional conversadora), con su humor y contagioso optimismo.
El trabajo más duro pero más gratificante de todos fue el cuidado de mi madre, atendiendo sus cuidados hasta su fallecimiento hace pocos años. Durante este tiempo de pausa, me preparé oposiciones a profesora de secundaria, aprovechando los conocimientos de mi madre y conversando con ella en inglés. No fue fácil transitar esta época, pero aprendí tanto…sobre todo a practicar la gratitud hacia lo que me rodea. Durante mi asistencia a las clases del Máster de Secundaria en Valencia entendí que todas las universidades te dan contenidos válidos pero es la vida la que te los pone a prueba.
Inmensamente agradecida a cada instante que pasé en las aulas entre adolescentes, profesores, padres y alumnado. Creo que lo pasamos bien. Siendo parte de comunidades educativas diversas se practica la tolerancia, el respeto, la paciencia y la perseverancia dando el cien por cien. Hay que saber dar la talla para seguir en una profesión tan exigente. Todo mi respeto y admiración por el cuerpo docente. Puede que vuelva pronto…de momento estoy dándome la oportunidad de vivir más libremente y seguir explorando mis pasiones.
Se abren otras vías de acción con un carácter más independiente, innovador, circular y necesariamente sostenible, por y para el bien común de las personas y de lo que nos rodea.
Soy autónoma y productora-vendedora, pero el camino lo hacemos juntas.